1 Timoteo 1:8-11

8 Ahora bien, sabemos que la ley es buena, si se aplica como es debido. 9 Tengamos en cuenta que la ley no se ha instituido para los justos sino para los desobedientes y rebeldes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos. La ley es para los que maltratan a sus propios padres, para los asesinos, 10 para los adúlteros y los homosexuales, para los traficantes de esclavos, los embusteros y los que juran en falso. En fin, la ley es para todo lo que está en contra de la sana doctrina 11 enseñada por el glorioso evangelio que el Dios bendito me ha confiado.

Quien entre nosotros es justo ante los ojos de Dios? Nadie, absolutamente nadie, es por eso que Jesús tuvo que venir y morir en la cruz por nosotros: “Pues Dios hizo que Cristo, quien nunca pecó, fuera la ofrenda por nuestro pecado, para que nosotros pudiéramos estar en una relación correcta con Dios por medio de Cristo” (2 Corintios 5:21). No importa cuán feo suene, la realidad es que nosotros somos los que Pablo describe en el pasaje: los desobedientes y rebeldes, los impíos y pecadores, los irreverente y profanos, los embusteros y los que prometen en vano. Por eso es que Dios nos dio Su ley y mandamientos para que podamos seguir su instrucción y no ofenderlo de nuevo en esta nueva vida y oportunidad que nos dio a través de Jesús.