Juan 1:19-23
19 Éste es el testimonio de Juan cuando los judíos de Jerusalén enviaron sacerdotes y levitas a preguntarle quién era. 20 No se negó a declararlo, sino que confesó con franqueza:
—Yo no soy el Cristo.
21 —¿Quién eres entonces? —le preguntaron—. ¿Acaso eres Elías?
—No lo soy.
—¿Eres el profeta?
—No lo soy.
22 —¿Entonces quién eres? ¡Tenemos que llevar una respuesta a los que nos enviaron! ¿Cómo te ves a ti mismo?
23 —Yo soy la voz del que grita en el desierto: “Enderecen el camino del Señor” —respondió Juan, con las palabras del profeta Isaías.
Juan, el Bautista, negó cualquier posición superior u autoridad que la gente le quería dar. En el versículo describe que él confesó con franqueza su identidad y la misión que Dios le dio, lo cual era preparar los corazones de los Israelíes a recibir al Señor Jesús, así como había profesado el profeta Isaías en el antiguo testamento. Juan tuvo muchas oportunidades para enaltecerse o ponerse orgulloso de su importante misión. Sin embargo, el escogió una vida muy humilde y sus acciones y palabras también demostraba su humildad ante Dios y hombre. Si Juan puede ser humilde de corazón y forma de vivir a pesar de tener una identidad y posición tan importante, mensajero de y primo de Jesús, nosotros también podemos. Aprendamos de la humilles de Juan.