Juan 7:40-53
40 Al oír sus palabras, algunos de entre la multitud decían: «Verdaderamente éste es el profeta.» 41 Otros afirmaban: «¡Es el Cristo!» Pero otros objetaban: «¿Cómo puede el Cristo venir de Galilea? 42 ¿Acaso no dice la Escritura que el Cristo vendrá de la descendencia de David, y de Belén, el pueblo de donde era David?» 43 Por causa de Jesús la gente estaba dividida. 44 Algunos querían arrestarlo, pero nadie le puso las manos encima.
45 Los guardias del templo volvieron a los jefes de los sacerdotes y a los fariseos, quienes los interrogaron: —¿Se puede saber por qué no lo han traído?
46 —¡Nunca nadie ha hablado como ese hombre! —declararon los guardias.
47 —¿Así que también ustedes se han dejado engañar? —replicaron los fariseos—. 48 ¿Acaso ha creído en él alguno de los gobernantes o de los fariseos? 49 ¡No! Pero esta gente, que no sabe nada de la ley, está bajo maldición.
50 Nicodemo, que era uno de ellos y que antes había ido a ver a Jesús, les interpeló: 51 —¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin antes escucharlo y averiguar lo que hace?
52 —¿No eres tú también de Galilea? —protestaron—. Investiga y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta.
53 Entonces todos se fueron a casa.
De nuevo la gente acusaron a Jesús sin ninguna prueba. Ellos decían que Jesús no es el Cristo por Su origen; sin embargo, como lo había profesado en el antiguo testamento, Jesús es realmente de la descendencia de David por parte de Su madre María. Por eso cuando los fariseos replicaron a los guardias por no haber arrestado a Jesús, Nicodemo, el fariseo quien había hablado con Jesús y comprobado de Su veracidad (John 3:1-21), lo defendió diciendo: “—¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin antes escucharlo y averiguar lo que hace?.” No fue fácil para Nicodemo de defender a Jesús en un ambiente como aquella, había presión de su mismo grupo y era mucho más fácil callarse y pasarse disimuladamente. Sin embargo, después de conocer a Jesús y de experimentar la verdad, El no podía quedarse callado con las manos cruzadas. Aprendamos del ejemplo de Nicodemo a no tener vergüenza de defender a nuestro Señor Jesus!